Para nadie es un secreto que el ambiente político del estado de México se está calentando.
En todas las fuerzas políticas se agitan las aguas –qué bonita figura literaria para referir cómo los políticos andan en pos de las candidaturas– porque los plazos legales se acercan a paso veloz.
Pero la atención se centra en el PRI, porque se encuentra en el gobierno federal y estatal.
Y ahí la cosa va rumbo a temperatura de ebullición.
De la mano de la lista de los posibles aspirantes, que todos los días se mueve con un dinamismo propio del cretácico medio –por aquello de las constantes erupciones volcánicas y la extinción de los dinosaurios–.
Hoy aparece una lista de media docena, mañana es de solo cuatro, ayer era de una docena y así se va moviendo, según sea la fuente, sus intereses y los acontecimientos cotidianos. Ayer, por ejemplo, al platicar con un senador priista, de esos que llevan toda la vida viviendo del sistema, su lista era de apenas cuatro, dos damas y dos varones. No voy a decir nombres, para no herir susceptibilidades, pero este hombre de un plumazo le borró las aspiraciones a media docena de suspirantes.
En esa misma reunión de senadores del tricolor, un actor político que aparece en algunas quinielas se refirió a una cualidad que no había escuchado en ningún otro perfil: quien sea candidat@, tiene que ser patriota.
Con todo lo que eso significa.