El gran elector

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El PRI no se entiende sin el presidencialismo.

En el caso del estado de México, menos ahora que el presidente de la república, además de priista es mexiquense.

Enrique Peña fue muy claro el domingo, parafraseando a Jesús Reyes Heroles: primero el proyecto, después el candidato. O candidata. O como diría el otrora dirigente nacional priista Gustavo Carvajal: “no se calienten, granizos”.

Para el presidente Enrique Peña no hay prisa: que la oposición se adelante.

El PRI mexiquense aún no tiene proyecto. No hay una plataforma visible, aunque la continuidad es la oferta del tricolor. Al menos la que está en el discurso público de quienes son vistos como aspirantes a la candidatura al Poder Ejecutivo del estado.

Desgraciadamente para el PRI, la continuidad tiene percepciones negativas, habida cuenta que ha traído consigo un deterioro en la calidad de vida de los mexiquenses y una idea de inmovilismo. No será fácil para el tricolor, porque es casi imposible que la plataforma política se muestre crítica y contraria los gobiernos del propio Enrique Peña y del gobernador Eruviel Ávila, que si bien está calificado positivamente, tiene en el aire la sensación de rezago en temas sensibles para la opinión popular.

Pero lo importante será aquí que el presidente de la república, “el primer priista del país”, ejercerá su derecho de influir en la designación de quien abandere al tricolor en la elección del primer domingo de junio de 2017. Y al gobernador en turno, como a quienes han ocupado ese encargo, le corresponderá, si acaso, una opinión o un veto, que podría tener peso en la designación final… O no, si el presidente se erige en el gran elector. Y no sería la primera vez que su opinión se imponga, contra viento y marea.

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