El informe presidencial

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Esa película yo ya la vi, me dije a mí mismo —porque me caigo a todo dar—, cuando supe que el presidente Enrique Peña Nieto va a cambiar el formato del informe presidencial. Y que ahora será un encuentro cerrado con jóvenes y representantes de la sociedad mexicana.

Sé que el equipo de ideólogos del gobernador Eruviel Ávila Villegas —al que agradezco la felicitación que me mandó, supuse que por los 22 años del servicio informativo radiofónico Así Sucede, aunque la carta decía que por mi “ordenación sacerdotal”— va a hacer mutis, pero el arriba firmante sí puede decir que el informe del presidente Peña se va a parecer mucho a los informes del gobernador mexiquense. Disculpen la franqueza.

Ahora que ya puestos en actitud franca, tengo que decir que me gustaban más los informes con recorrido en coche descubierto, lluvia de papelitos tricolores, diputados zalameros y presidentes que se prodigaban en discursos de dos a cinco horas. Días de fiesta en los que los mexicanos no trabajábamos, aunque los escolapios teníamos que hacer un resumen de lo dicho por el presidente… Una síntesis que se parecía mucho a las notas periodísticas que aparecían al día siguiente, con una sutil diferencia: en las crónicas constaba cuántas veces se había interrumpido al presidente en turno con aplausos, cuál había sido la ovación más prolongada y cuántas veces el presidente se había detenido a beber agua. Es decir, datos trascendentales.

Y desde que con Ernesto Zedillo se acabó el ritual faraónico, el informe presidencial perdió adeptos.

Ahora el presidente Enrique Peña volverá a cambiar el ritual. Sin discurso y con escasos aplausos: la película ya la ví, pero la voy a volver a ver.

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