Ahora que estamos teniendo problemas de agua y que los vemos en cosas tan simples como preparar alimentos, asearnos, lavar trastes y ropa y hacer labores de limpieza, es cuando le damos su justo valor. Y sufrimos de agua por culpa del desperdicio y de las fugas pero también de la falta de lluvias, la acelerada urbanización, las altas concentraciones de población, el incremento en las actividades agrícolas, la producción fabril, la degradación de suelo y la deficiente eliminación de desechos.
Nos debe quedar claro que hoy por hoy solo el 0.5 por ciento del agua presente en la Tierra es dulce y utilizable y que en los últimos años el almacenamiento ha disminuido a un ritmo de un centímetro por año.
Así pues, según la Comisión Nacional del Agua y el Servicio Meteorológico Nacional, en este momento el 83.92 por ciento del territorio nacional vive alguna situación de sequía; un registro que no se presentaba desde 2012 y los estados que más la sufren con Durango, Zacatecas, Guanajuato, Michoacán, Guerrero, Querétaro y el estado de México.
Hablamos de una condición histórica y por lo mismo grave; de hecho, hay voces que piden una declaratoria de emergencia nacional y que el 26 de junio se agotará el suministro de agua del Sistema Cutzamala y la Ciudad de México y el estado de México trayendo un día cero, de cero agua. Toca preguntarnos por tanto, cuál debe ser nuestro rol en el uso del agua y asumirlo porque podemos seguir como hasta ahora, hablando del problema de desabasto y de lo que ocurriría, y sin hacer nada concreto. Queramos o no tiene que haber medidas inmediatas.