En lo que va de este año, al menos 94 perros han sido envenenados en los municipios de Juchitepec, Xonacatlán, Ocoyoacac, Toluca, Lerma, Zinacantepec y Jilotepec, lo que expone problemas psicosociales de quienes cometen estos asesinatos en contra de los animales.
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Alejandro Gutiérrez Cedeño, coordinador del Centro de Estudios y Servicios Psicológicos e Integrales (CESPI) de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM) explica, de forma general, cualquier conducta que atente contra ser vivo exhibe un problema de destrucción, lo que deriva de un trastorno de personalidad en el ámbito social lo que se asocia con una “psociopatía ligera”.
«Cuando hay una agresión, entonces, por un lado destruyo, pero por el otro me causa placer, entonces claro que estamos hablando de un trastorno de personalidad donde el dolor ajeno y el placer interno me causan está satisfacción para cometer este tipo de actos».
El maestro en psicología de la Facultad de Ciencias de la Conducta de la máxima casa de estudios mexiquense asoció esta conducta con la que presentan los adictos a alguna sustancia quienes cada vez necesitan más, por lo que destacó la importancia en no dejar pasar estas agresiones, de lo contrario estas se elevarían de daños a pequeñas especies o plantas hasta causar daño a personas con imposibilidad de defenderse como niños, adultos mayores o personas discapacitadas.
Gutiérrez Cedeño puntualizó la dificultad de que los agresores reconozcan su comportamiento por lo que, de elevarse el nivel del trastorno, podría acabar en homicidios o atentar contra su vida; es decir, en suicidio.
En este sentido comentó que este tipo de casos, normalmente, no llegan a psiquiatras sino que concluyen en un proceso legal, luego de que el nivel de agresividad concluyó en agresiones físicas hacia una persona u homicidio y se les brinda atención ya al interior de los penales.
«Yo no sé si afortunada o desafortunadamente estos casos no nos llegan a los institutos de salud mental que puedan prevenir o puedan dar atención de esta naturaleza».
Aunque estos casos no llegan a manos de especialistas, recomendó identificar los primeros síntomas o comportamientos desde la infancia en el que los menores disfrutan de romper vidrios, maltratan las plantas o animales o no obedecen una norma familiar, por lo que, al mismo tiempo, pidió a los padres de familia no aplaudir estás conductas en sus hijos.