Al arriba firmante le vienen guangos los procesos electorales que se viven en la actualidad en entidades como Oaxaca, Chihuahua, Veracruz, Tamaulipas, Hidalgo o Zacatecas y en cualquier otro de los estados en los que se vive la efervescencia política.
Y en un par de semanas se vivirá “la fiesta cívica y democrática”, que es una frase sacada del prontuario de frases echas.
Lo que sí me genera temor es que a la luz de lo que hemos visto en las campañas rumbo a los comicios de gobernador en esas y otras entidades, cuando venga la “madre de todas las elecciones”, que es la del estado de México, pésele a quien le pese, la cosa se pondrá de un color oscuro, verdaderamente subido de tono, que todos terminarán batidos en un estercolero.
El tono de las campañas políticas no ha sido la de llegar a decirle a la gente cómo espera gobernar el candidato fulano o zutano, sino decirle a la gente que el candidato menganito o perenganito es un pillo de siete suelas. Y de manera implícita, pedir que no voten por un pícaro redomado.
Aunque eso a la gente no le sirva de nada.
No es que quiera que los candidatos eviten sacarse los trapitos al sol. Por mí, puede sacarse todos los cadáveres del clóset y mostrar las inmundicias de sus adversarios. Pero cuando eso se convierte en el eje de campaña, la gente termina eligiendo a ciegas. Y a estas alturas, con tanta información disponible, es de reprobarse.
En un año veremos si andamos en las mismas de Veracruz o igualito que Tamaulipas.