¡Qué hipócritas somos muchos habitantes de esta ciudad capital! Nos quejamos de cómo vivimos y queremos que nos vaya mejor pero sin hacer nada a cambio.
Los automovilistas parados frente a los letreros de no estacionarse o en donde les conviene e ignorando las luces del semáforo; los de a pie atravesándose entre carros en lugar de hacerlo en las esquinas y por los puentes peatonales.
Y qué no decir de los comerciantes, que se apropian de banquetas y las afueras de domicilios. Y así podríamos seguirle con el transporte público y demás problemas comunes.
En todos los casos la respuesta a un eventual reclamo o cuestionamiento ciudadano o de la autoridad, es a base de gritos, insultos y amenazas. Decimos que “ningún mortal manda”.
Nos viene valiendo sorbete el otro y la ley, al mismo tiempo que anhelamos que alguien más nos acoja, resuelva nuestros problemas y necesidades y de paso, nos consienta. Vaya con nuestra hipocresía nivel Dios.