A estas alturas del calendario, ya entrados en diciembre, se afina el calendario de la visita papal del próximo mes de febrero de 2016.
Y aunque el estado de México “está preparado”, todavía nos tienen en ascuas la Santa Sede, el gobierno federal y la Conferencia del Episcopado Mexicano: nos nos definen si el santo papa pisará tierras mexiquenses o nos quedaremos con un palmo de narices.
El papa Francisco anticipó hace un par de días que estará en la Basílica de Guadalupe, en San Cristóbal de las Casa, Chiapas; en Morelia, Michoacán y casi seguro que en Ciudad Juárez, Chihuahua.
No veo por ahí que haya dicho algo como estado de México o valle de México, pero todavía hay esperanza.
Mientras, a modo de breviario histórico, y a propósito de los jesuitas, la congregación a la que pertenece el Papa, hay que decir que el último sitio ocupado por la Compañía de Jesús antes de ser expulsada de la Nueva España, fue Tepotzotlán, en el estado de México en 1767. Y la segunda expulsión, nuevamente fue Tepotzotlán el último reducto ocupado por los jesuitas, hace un siglo, allá por 1914. Ese templo, por cierto, es hoy el Museo Nacional del Virreinato.
Así que mientras el papa Francisco decide o no pisar territorio mexiquense, ya se puede ir esgrimiendo un argumento histórico. A ver si eso lo convence. O termina alejando la posibilidad.