La oculta violencia intrafamiliar

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Uno de los temas que ocurre a puertas cerradas y que tenemos que visibilizar y hacernos responsables es el de la violencia intrafamiliar. Es decir, de los golpes, empujones, patadas, intentos de estrangulamiento, insultos, humillaciones, amenazas, ridiculizaciones, chantajes emocionales y manipulaciones que sucede en hogares propios o tras las paredes de alguien más. Donde gritos como: «no vales nada», «te voy a matar», «me tienes harto o harta» y «tú provocas que te trate así», son algo continuo. 

La violencia intrafamiliar se oculta por diversas razones, como el miedo a represalias, el sentimiento de vergüenza o culpa, la dependencia económica o emocional al agresor, y la falta de apoyo o recursos para buscar ayuda. Además, socialmente persiste la idea del silencio que normaliza o minimiza el problema, dificultando que las víctimas denuncien o busquen ayuda.

Se supone que el hogar es un lugar armónico y seguro para vivir pero este no tiene cabida en todas las personas. Por eso es importante armarse de valor y denunciar la violencia para proteger a las víctimas, detener el abuso, que se castigue a los perpetradores y se acceda a ayuda para sanar y reconstruir vidas. La violencia familiar no se justifica ni puede ser tolerada porque va en contra de los derechos humanos de dignidad y bienestar. Tolerarla solo perpetúa el sufrimiento.

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