En estos días me acuerdo de Wenceslao Labra por la misma razón por la que lo recuerdan los interesados en la historia de la ciudad de Toluca.
Labra García fue gobernador del estado de México entre 1937 y 1941 —unos años antes de que irrumpiera el mítico e inexistente Grupo Atlacomulco y gobernara, con sus distintos representantes, durante siete largas décadas— y en ese periodo tuvo a bien construir el que fue el primer monumento a la bandera de la república mexicana, casi enfrente del Panteón General de la Soledad. La historia recuerda que el mismísimo Lázaro Cárdenas vino a la inauguración y decidió que se honrara a la bandera cada 24 de febrero, como sucede hasta la fecha.
Esa es la razón por la que Wenceslao Labra es recordado en estas fechas.
Pero el arriba firmante desea agregar un dato con una cierta dosis de chanfle:
Resulta que Wenceslao Labra era, hasta la elección de Eruviel Ávila, el más reciente gobernador originario del valle de México. No de Ecatepec, pero sí de por ahí cerca, del mero Zumpango.
El sucesor de Wenceslao Labra en el poder fue Alfredo Zárate Albarrán, originario de Temascaltepec, en el sur del estado de México. Es decir, el poder estatal pasó del valle de México al sur mexiquense. Después, durante casi siete décadas todos los gobernadores fueron del valle de Toluca y norte del estado.
Y si la historia se repite, y tiende a repetirse, ¿el sucesor de Eruviel Ávila podría venir del sur del estado?
Es pregunta que se cuestiona sobre los posibles paralelismos históricos. Sólo el tiempo y los electores lo decidirán.