En México, el 57% de las micro y pequeñas empresas dependen del financiamiento de sus proveedores ante el limitado acceso a la banca. En el Estado de México, donde operan más de 780 mil unidades económicas —principalmente en comercio, servicios y manufactura—, esta realidad es aún más crítica.
La informalidad financiera debilita la productividad, incrementa la vulnerabilidad y frena el crecimiento local. Para las grandes empresas, este escenario ofrece una oportunidad estratégica: al implementar esquemas de pago más justos, plazos flexibles o incluso líneas de crédito propias, pueden consolidar cadenas de suministro más resilientes y confiables.
Apostar por el fortalecimiento financiero de los pequeños proveedores no solo es un acto de responsabilidad social, sino también una inversión inteligente en estabilidad operativa y reputación corporativa. En tiempos inciertos, la colaboración vale más que nunca.