Los corporativos

0
221

Sueña el teléfono y una voz saluda jovial, con la seguridad de que sabe de qué esta hablando y de que tiene la sartén por el mango. “Quiero hablar con el señor Fulano de tal…”. El fulano en cuestión es el arriba firmante, que con decoro y algo de timidez temblorosa pregunta: “¿Quién ha-bla?”. La misma voz se presenta firmemente, como mandan los manuales: “Soy Perengana de Tal, de Corporativo Zutano. Señor Fulano, le hablo porque usted tienen una oferta de ensueño”…

Un día sí y otro también, el arriba firmante recibe constantes llamadas de distintos “corporativos” que tienen a bien acicatear el espíritu consumista que está profundamente enterrado en mi conciencia. Y poner a prueba mi paciencia jóbica  y la incapacidad que nos atribuyen a los mexicanos para decir no [Nota de la Redacción: la palabra “jóbica” no existe en el diccionario. Tal parece que el autor, en aras de hacerse el listo, se refiere al Santo Job, al que en la Biblia se le atribuye una paciencia y resistencia sin límite].

Un día, o varias veces el mismo día, es el “corporativo hache esebecé”. En otro momento es el “corporativo telsel”. También el “corporativo american esprés” o el “corporativo citibanameks” o el “corporativo visamastercard” o el “corporativo bebeuvea”. Y otros similares y conexos que de manera persistente ofrecen un contrato de línea telefónica móvil, un teléfono celular de regalo, una tarjeta bancaria, un certificado para un viaje, un obsequio sorpresa por un buen historial crediticio de una cuenta inexistente, unas noches de hotel completamente gratis, un crédito fácil y quién sabe cuántas otras cosas más. Todas fáciles, sencillas y en condiciones de fábula.

Ignoro cuántas llamadas hagan esos “corporativos” en un día, pero se calcula que un agente de ventas en un call center hace en promedio hace 46 llamadas diarias. Si las “métricas” de quienes se dedican a estos menesteres son ciertas, una de cada cuatro es una venta. Muchas porque es fama mundial que los mexicanos no sabemos decir que no —en internet hay hasta listas de lo que decimos para no decir no—, lo que significa que un montón de mexicanos y mexicanas adquieren productos y servicios que no necesitan o no quieren, gracias a la insistencia de los agentes telefónicos.

Pero el asunto no es que no sepamos decir no. Que nos de pena soltar una negativa dura y seca, lacónica, y provocar el enojo —lo sé por múltiples experiencias— de los mentados telefonistas. El asunto es que en aras de la mercadotecnia o las ventas, este tipo de operaciones comerciales se han convertido en una monserga para cualquiera que tenga un teléfono celular y haya aceptado, sin leer, términos y condiciones en cualquier página de internet, o haya proporcionado su número telefónico de buena fe. El asunto es que falta regulación en la materia, porque los “corporativos” se pasan por el arco del triunfo los derechos ARCO y las entidades creadas para proteger tu número telefónico de tantas y tantas llamadas de tantos “corporativos” como la imaginación lo permite.

Lo de menos es que te regañen, les resulte incomprensible que una buena razón para no querer algo es simplemente un “no quiero” o que te avisen en tono amenazante que te van a seguir llamando. Lo malo es que en este país de leyes llamado México, la ley les viene guanga.

Comentarios

comentarios