Ahora que se habla de la posibilidad de dejar de usar cubrebocas en espacios abiertos, vayamos pensando qué vamos a hacer con las decenas de cubrebocas que compramos durante la pandemia. Si los vamos a guardar o a tirar. En el segundo caso, desecharlos implicaría un daño al medio ambiente pues tan solo en 2020 las cifras reportan que China se ubicó como el principal productor de las mascarillas a nivel mundial con 224 mil millones, según la Administración General de Aduanas de ese país. Falta agregar la producción de 2021 y lo que va de 2022.
En esto, hay que tener presente los desechos de los centros hospitalarios donde especialmente se puso atención al uso de cubrebocas conjuntamente con guantes y batas desechables. Hay cifras que indican que en el pico de la pandemia se usaron seis veces más que el promedio.
Con base en la organización de conservación marina OceansAsia, con sede en Honk Kong, los océanos se habrían convertido en 2020 en el hogar de mil 569 millones de cubrebocas.
Tenemos frente a nosotros un problema ambiental derivado de la pandemia donde lo ideal sería entonces guardar los cubrebocas que se puedan y a los desechables usados cortarlos con tijeras para evitar que sean reutilizados y enseguida ponerlos en una bolsa para que no vayan a dar a los océanos. La realidad es que las pandemias seguirán y probablemente con más frecuencia y afectación, al menos así se prevé en el informe de la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas.