Empezamos esta semana con la declaración de guerra entre Israel y el grupo terrorista Hamás que habita en la franja de Gaza. Aún siguen modificándose las cifras de los muertos, heridos y desaparecidos de una y otra parte, y de secuestrados por los islamistas tras los primeros ataques.
Desde luego hay quienes se pronuncian por uno de los bandos pero la realidad es que para los civiles les esperan días difíciles o los peores de su vida. La referencia es a que ya se está atrayendo armamento para la guerra y del mismo se está haciendo alarde: Estados Unidos envió el portaaviones Gerald Ford con 90 aeronaves F-35C, un crucero lanzamisiles y varios destructores. Tal portaaviones es el más moderno de la flota, con sistemas de última generación de lanzamiento de aeronaves y propulsado por una central nuclear tres veces más potente que sus antecesores.
A esto se le suma, Israel con sus lanzacohetes, escuadrones de helicópteros de ataque, tanques y artillería. El asunto es que todas estas aeronaves y armamento están hechas para destruir y matar y de las formas más atroces. Dicho entonces lo que seguramente veremos en estos días serán a seres humanos muertos y heridos, casas y edificios completamente devastados, personas huyendo, sin ayuda, con las pertenencias mínimas, falta de atención médica, estresadas, con dolor y sufrimiento, traumas sicológicos, hambre y miseria.
Las guerras tendrían que ser evitadas, su sola mención es inquietante y desdichada; es una masacre de civiles.