Papelito habla

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Hubo un tiempo en el que Doña Burocracia y el arriba firmante nos llevábamos muy bien. A las mil maravillas. Yo no me metía con ella, ella tampoco se metía conmigo. Nuestros ocasionales encuentros se resolvían de la manera más civilizada posible. Una relación de esas en las que la “sana distancia” —Zedillo dixit— permite el respeto mutuo y evita el encono.

Pero este año mis encuentros y desencuentros con Doña Burocracia han sido numerosos.

Aclaro, con los burócratas de todos los niveles, colores y sabores, me llevo a todo mecate. Doña Burocracia es cosa aparte.

Especialmente porque le cuesta mucho trabajo cambiar. Le sigue gustando tener a su merced a la gente que, por la razón que sea, tiene que apersonarse a realizar un trámite. En principio, porque casi cualquier trámite presencial amerita hacer una fila, enseguida un tiempo de espera, y más tarde, otro tiempo de espera prolongado para que el trámite concluya satisfactoriamente.

En estos tiempos en los que desde una pantalla de computadora o de teléfono se pueden adquirir productos en Estados Unidos, China o las islas Kiribati, casi con la seguridad de que llegarán hasta tu puerta en cosa de días, Doña Burocracia se empeña en que lleves impresos el original y copia del acta de nacimiento, original y copia de tu credencial para votar con fotografía, y constancia de cumplimiento de las obligaciones fiscales. Pero también que esperes un par de horas a que un servidor(a) público(a) revise a conciencia la documentación requerida para el trámite correspondiente, mientras hace caras que te obligan a pensar que has cometido un pecado capital. Te inunda el terror de que en cualquier momento aparezca la policía con tu respectiva orden de aprehensión. Luego resulta que tienes que comenzar desde el principio, porque la fecha del formato que llenaste hace tres días ya es incorrecta… 

O, te sobró un punto decimal. Las fotos eran con fondo blanco. El acta de nacimiento es ilegible. Al sello digital, que es una cadena de letras y números, le falta un signo de exclamación, sin el que es imposible seguir el trámite. Hay que esperar tres semanas para que alguien valide la información. La cita para el próximo paso es para septiembre. Falta un trámite previo. No existes en el sistema.

Si consideramos que la simplificación administrativa se decretó en el sexenio del fallecido Miguel de la Madrid, para 2019 vamos de gane cuando lo que necesitas en la CURP en el nuevo formato y firmada por la actual secretaria de Gobernación.

Doña Burocracia se resiste a cambiar. O lo hace lenta y dolorosamente. Tal vez piense que su subsistencia depende de que la gente acuda a las oficinas públicas a incordiar a los servidores públicos y a ser fastidiada.

Además, a los mexicanos de a pie nos gusta aquello de papelito habla. Y vamos a las oficinas públicas con una maleta en la que llevamos la fe de bautismo, un estado de cuenta bancario y la constancia de no adeudo de la biblioteca de la escuela.

Ahora que viene lo del reemplacamiento y que se anuncia que el trámite será por la vía digital, Doña Burocracia debe estar que se la lleva el tren. Eso de ceder a la modernidad no es lo suyo. Ya se desquitará cuando haya que hacer filas de varias cuadras de longitud para recoger las matrículas y resulte que como condición especial hay que llevar impreso el VIN del automóvil, que nadie en su sano juicio sabe dónde está.

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