Hoy que estamos conmemorando el Día Internacional para la Erradicación de la pobreza vale la pena preguntarnos qué pensamos de los pobres y cómo los tratamos. Y es que existe el término aporofobia que aborda el rechazo y miedo hacia las personas en situación de pobreza. Rechazo porque nos disgusta su presencia, nos representan falta de esfuerzo, una carga y los culpabilizamos por su situación y miedo al asociarlos con la criminalidad. Y lo que estamos haciendo en realidad es deshumanizándolos y dejando de ver que su situación no es un reflejo de su valor como personas.
La pobreza tiene su haber en la desigualdad estructural, la falta de acceso a recursos y servicios básicos y el impacto de crisis económicas. Esto hace que aquí en el estado de México más de ocho millones 300 mil habitantes sean pobres y, atención, es casi el 49 por ciento del los habitantes; uno de cada dos prácticamente. Los municipios más afectados incluyen a Ecatepec, Toluca y Nezahualcóyotl, con base en el Coneval. A los pobres los vemos en las calles, colonias marginales, asentamientos informales y el empleo informal.
Nos falta pues cultura de compasión y empatía hacia los pobres que además están sufriendo por su condición. Ah, y algo muy importante: tienen derechos; a vivir, alimentación, vivienda, educación y salud gratuita, justicia y participar en la vida pública. Tenemos ante nosotros el deber moral de respetar la dignidad de las personas en situación de pobreza y extenderles la mano en la medida de nuestras posibilidades para estar en una sociedad más justa e inclusiva para todos.