Tras la marcha de ayer de estudiantes universitarios que piden regresar a las aulas es necesario tomar en cuenta que no solamente se ha dejado de impartir y recibir clases sino que se han congelado seminarios, talleres, prácticas, tutorías, investigación científica y tecnológica; actividades culturales, organización de congresos, conferencias, y cursos; la vinculación con el sector productivo y la comunidad, prácticas profesionales, actividades extracurriculares, inscripciones, todo tipo de trámites académicos, y un extenso etcétera. Y se ha expuesto la imagen de la universidad a una percepción pública negativa.
El paro estudiantil ha valido la pena desde la perspectiva de buscar cambios estructurales para una universidad más democrática y no devolver las instalaciones universitarias hasta que se cumplan pliegos petitorios es justificable. Pero hoy las condiciones con nuevas autoridades están dadas y es tiempo de colaboración y voluntad de paristas y directivos de garantizar la reactivación plena de las actividades en la máxima casa de estudios mexiquense con acuerdos claros que atiendan las peticiones e incluso mitiguen los daños académicos y administrativos.
La salida fortalecida del paro requiere respeto y confianza mutua entre paristas y autoridades; una genuina disposición para atender y resolver las demandas estudiantiles en un marco de colaboración que haga que los no paristas se convenzan que valió la pena la suspensión de actividades de cien días en la universidad.