En las salidas a las tiendas departamentales y de autoservicio queda claro que siguen habiendo decenas de personas que dudan de la existencia o consecuencias del coronavirus, y por lo mismo no hacen caso de las recomendaciones, como es el uso del cubrebocas.
Y bueno, a esto se añade que, en las versiones de prensa, las personas entrevistadas que aparente estar como si nada es que no tienen a un familiar o conocido con coronavirus.
Desde luego que la gente tiene derecho a dudar de la presencia de una enfermedad nueva y de la que no existe cura, lo mismo que a pensar que pueda tratarse de una acción gubernamental para frenar o llevar a cabo acciones como lo también lo han expresado.
Pero esta vez no se trata de una noticia falsa, de una cortina de humo o una caja china, sino de una emergencia mundial que tuvo su origen en Asia y se propagó a los países; que tiene en jaque a los sistemas de salud y a médicos y enfermeras trabajando de manera permanente para dar salida a los casos por descartar, los leves y graves.
A esta realidad se han sumado todos los sectores productivos y sociales, así como religiosos. Es un asunto de evidencias, de ver para creer.
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