Sin dedazo

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Iniciamos este lunes con que ya están definidos todos los aspirantes a la candidatura de la presidencia de la república del partido Morena y en ello se adelantaron a los contendientes de la oposición y a su forma de elegir candidato. 

Hay que reconocer que en el partido en el poder, que tiene posibilidades de mantenerse otros seis años gobernando al país, serán encuestas las que determinen al eventual sucesor de Andrés Manuel López Obrador.

Con estas maneras de escoger candidatos estamos cumpliendo 24 años o seis sexenios, sin que el dedazo presidencial defina a los contendientes. Es decir, un procedimiento que no es público o democrático. 

La realidad del país nos refiere que, en el caso del PRI, el presidente en turno era quien imponía a su reemplazo con base en su elección y esto habría ocurrido desde el mandatario que fundó a ese partido, Plutarco Elías Calles, de quien se cuenta, quería seguir teniendo el poder aún después de dejar su encomienda y nombró no solo a su sucesor, sino a quienes le continuaron: Emilio Portes Gil Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez y Lázaro Cárdenas.

El dedazo también incluía que el elegido debía garantizar la continuidad en los programas y proyectos en los ámbitos político, económico y social del presidente saliente, aunque igualmente se aludía a que protegería la imagen y forma de administración del que se iba.

Así pues, el último presidente surgido del dedazo fue Ernesto Zedillo y después vinieron formas de elección distintivas en cada partido político. El dedazo era símbolo de autoritarismo, corrupción e impunidad.

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