Se celebra en estos días un aniversario del sistema de bicicleta pública de la ciudad de Toluca, que en los últimos meses ha estado envuelto en una polémica entre las organizaciones sociales y civiles que se involucraron en su gestación, y el gobierno municipal de Toluca, cuyo cambio de administración significó un cambio de prioridades.
Toluca necesita un sistema de bicicleta publica. Por supuesto. Pero lo que tiene en la actualidad no acaba de cuajar, básicamente porque es poco útil para el grueso de la población toluqueña y de sus alrededores.
Los sitios que se destinaron para la instalación del sistema de bicicleta pública Huizi están todos en el centro de la ciudad, donde vive entre una octava y una décima parte de la población total del municipio. Si alguien se quiere trasladar de las populosas colonias El Seminario u Ocho Cedros en bicicleta, tiene que hacerlo en su propia bicicleta, a menos que haga un trayecto en autobús al centro y después tome una bicicleta de Huizi, lo que es bastante improbable si su destino es precisamente el centro de la ciudad. Lo mismo pasa si su trata de las colonias Club Jardín, Nueva Oxtotitlán, Científicos o Juárez. Ninguna de las 26 estaciones de Huizi se asoman a la periferia del corazón administrativo y comercial de Toluca.
Sobra decir que tampoco hay ciclovías.
El dato más reciente de Huizi es que 600 personas han adquirido su membresía, lo que les da derecho a usar esas bicicletas. Sí, el dato es muy, pero muy reducido.
Pero eso no significa que se pueda echar a la basura una inversión de 36 millones de pesos. No se puede esperar que el gobierno del estado lo adopte, como en la Ciudad de México o en Guadajalara. Las organizaciones impulsoras del sistema de bicicleta publica en Toluca y el gobierno municipal tienen el deber moral de encontrar las rutas que permitan amplificar el sistema, hacerlo más accesible y util. Y que deje de ser un estacionamiento de bicis en el centro de la ciudad.
