La cifra es contundente: siete de cada diez mujeres son víctima de violencia. El argumento es que
no han podido romper las ataduras de la dominación, sometimiento y de dependencia hacia los hombres y el entorno físico y social en que viven.
Sentirse, saberse y resignarse a estar bajo control; obligada a hacer lo que no se quiere o debe y creer o intentar convencerse de que se necesita de la pareja para sobrevivir solo resulta en golpes, humillaciones, abuso físico y sexual y baja autoestima.
La violencia contra las mujeres tiene su antecedente en prejuicios sociales que justifican a los hombres y responsabilizan a las mujeres.
Para acabar con esos prejuicios y dominación es necesaria una rebelión. Esto es, reaccionar frente a la opresión y la tradición.
En su capítulo de Mujeres, la Organización de las Naciones Unidas llama a aumentar la conciencia pública y la movilización social para poner fin a la violencia hacia las mujeres, permitirles que rompan el silencio y busquen apoyo y justicia.
La violencia contra las mujeres es hoy por hoy la más tolerada en todo el mundo.