Cómo se han hecho populares y siguen siéndolo las tarjetas en las que se deposita dinero para los militantes de partidos políticos y seguidores de candidatos y gobernantes. Ya las veíamos desde el sexenio anterior; las tenemos en el estado con el programa de apoyo a mujeres del hogar y las han distribuido el presidente en su campaña y ahora abanderados de diferentes partidos políticos.
Se evolucionó del material para construcción, despensas, la torta y el frutsi y los pagos en efectivo a los depósitos bancarios. Y todo con el propósito de obtener respaldo político.
Lo curioso es que los políticos se enojan entre sí porque lo hace el de en enfrente. El más reciente caso es del jefe del Ejecutivo federal que criticó al candidato del PRI a la gubernatura de Nuevo León por hacer uso de ellas. Vaya corta memoria y formas de proceder. Y todo en aras de llegar o continuar en el poder.
Mientras, los beneficiarios, ávidos de dichas tarjetas que les aportan un recurso al que de otra forma no podrían acceder aunque esto represente compra de voluntades o clientelismo político.
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