Televisión digital

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No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague —en estos días hay muchos que tienen en la cabeza esa frase, pero no por la razón que motiva esta columna—: llegó la fecha del apagón analógico al estado de México. Desde el primer minuto del 17 de diciembre se encendió la televisión digital y se apagó la señal analógica.

A medias, porque todavía algunas señales análogas se mantendrán en el éter, incluyendo las correspondientes a las televisoras estatales y algunos canales comerciales, dizque de baja potencia, que sirven a localidades específicas.

El asunto ha cobrado tal dimensión, que en la actualidad hay algunos especialistas en el tema que no dudan en afirmar que pareciera que la televisión es un producto de primera necesidad para el pueblo mexicano. Y que por eso nuestros legisladores federales han estado atentísimos a que todos tengamos acceso a la televisión… algo así como una especie de derecho, que si pensamos en la preocupación que han tenido los diputados y senadores ha resultado superior al derecho al acceso a agua potable e incluso a la electrificación.

Pero debates aparte, ahora que tenemos televisión digital, ojalá tengamos también programación de calidad. Que se corresponda con la preocupación del Poder Legislativo por el acceso a la televisión. Me conformaría, por ejemplo, con que ya no hubiera series de televisión que hacen apología de la delincuencia organizada.

Aunque dudo que vaya a ocurrir algo así.

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