Videgaray y Aristóteles

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Hace seis años le pregunté, en privado, a Luis Videgaray si quería ser gobernador del estado de México. Y me contestó que estaba al servicio de su partido y del gobernador, el hoy presidente Enrique Peña Nieto. Insistí, pregunte si le gustaría. Me dijo que sí, pero apuntó que su verdadero sueño como político y servidor público era ser secretario de Hacienda y Crédito Público.

Y lo fue. Hasta ayer.

Con todo y los cuestionamientos que enfrenta, casi todos con mucha razón, debe estar satisfecho con su trabajo. Es verdad que el crecimiento es pobre, pero la economía crece, la recaudación tributaria se encuentra en cantidades históricas y las finanzas públicas ya no dependen del petróleo. Seguro que se queda con pendientes: el superávit en las cuentas públicas, la liberación de las gasolinas, la eficiencia del gasto, la elevada deuda pública y un mayor crecimiento del crédito. Pero todo eso está en camino.

Con Videgaray se va uno de los funcionarios del gobierno federal más sensatos y sencillos: Aristóteles Núñez Sánchez. El artífice del crecimiento de la recaudación tributaria, que este año llegará a los 2.4 billones de pesos.

Ambos están vinculados con el estado de México. A Luis Videgaray hay quien lo ve ya como aspirante a la candidatura del PRI al gobierno del estado de México. Habrá que preguntarle de nueva cuenta.

De Aristóteles Núñez hay que decir que fue el único funcionario del gobierno del estado de México que se fue al gobierno federal que no perdió la brújula ni el piso. Verdadero fruto de la cultura del esfuerzo —y no del privilegio—, el ahora exjefe del Servicio de Administración Tributaria es un funcionario fuera de las convenciones de lo que algunos conciben como el alto funcionario: él limpia y barre su casa al ritmo de la Banda MS y no le da pena decirlo. Otros, en cambio, creen que su ascenso en la política los hizo de sangre azul.

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