En México tenemos una brecha económica inmensa. Hartos que ganan poco y pocos que ganan mucho, cosa que desde luego que mis inteligentes y avispados cuatro lectores saben perfectamente. Por consecuencia, también tenemos una brecha digital muy amplia.
Según los cálculos más sesudos a los que se les puede dar crédito —las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía— señalan que 50.7 por ciento de los hogares que tienen computadora, no tienen conexión a la internet. Y las mismas cifras de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares 2019 apuntan a que 43.6 por ciento de los hogares están privados de acceder a las aplicaciones de educación o trabajo a distancia.
Por supuesto, la falta de acceso a una conexión a la internet es multifactorial, pero su principal causal es de poder adquisitivo. Aún así, en 2019, 7 de cada 10 internautas en México, pagaban una conexión fija y otra móvil, lo que muestra la dependencia que ya existe hacia esta plataforma de comunicación.
Hay 111 millones de teléfonos inteligentes —o smartphones, en lengua anglosajona— en operación, que representan 89.4 por ciento de las líneas de teléfonos móviles. Pero los teléfonos celulares, por muy inteligentes que sean, tienen capacidades limitadas de descarga y hasta de despliegue de las aplicaciones, en comparación con una computadora. La epidemia por el coronavirus COVID-19 lo ha puesto de manifiesto.
Por si eso fuera poco, muchos de los sí se pueden conectar a la internet le han dedicado horas a elaborar memes, a “viralizar” videos y mensajes controversiales, a quejarse del encierro y a un largo etcétera poco productivo.
En esta época del coronavirus hay demasiados mensajes de odio y rencor político en el éter de las redes sociales. Supongo que algunos tienen por todo trabajo dedicarse a fabricar teorías conspiratorias que hagan ver mal a cierto partido, gobierno, gobernante o político. Y otros que tendrán un trabajo en sentido contrario.
Pero mientras se destruyen entre ellos, nos llevan entre las patas de los caballos, construyendo un ambiente de desconfianza, sospecha, incredulidad y temor, en un momento en el que la amenaza invisible del coronavirus amaga a la sociedad mexicana —nótese qué bonita frase se sacó de no se dónde el arriba firmante—.
Fake news —o noticias falsas, como les digo yo— a diestra y siniestra. Culpar al adversario para sacar provecho político personal. Trasnochados con reivindicaciones de la marxista-leninista lucha de clases. Idiotas que recomiendan “caldo de pollo y chile picado”. Delincuentes que aprovechan el río revuelto para convocar a saqueos. Hay de todo en estos días.
En 2019 los usuarios de internet en México pasábamos diariamente 8 horas con 20 minutos conectados a la internet. La cifra era de 8 minutos más que en 2018. En estos días de aislamiento, del Quédate en casa y del trabajo a distancia, el consumo de internet sube a niveles muy elevados.
Lo mismo que la brecha digital, que no es sólo por la conexión. También es por la credulidad candorosa de quienes creen a ciegas en lo que divulgan sus mentores espirituales e ideológicos. Sin pizca de juicio.