Los ciber criminales son incansables. Se calcula que en el mundo mundial, cada año la criminalidad en sus diferentes modalidades en la red de redes alcanza la nada despreciable cifra de 9.5 billones de dólares. Para que mis avispados cuatro lectores se den cuenta del tamaño y evolución de este tipo de delincuencia, hace una década sus ganancias sumaban tres billones de dólares.
Un reporte de la firma Cybersecurity Ventures señala que al año 2024, los costos de los daños causados por el ciberdelito a nivel mundial fueron de 793 mil millones de dólares al mes. 182.5 mil millones de dólares por semana. 26 mil millones de dólares al día. Mil millones de dólares por hora. 18 millones de dólares por minuto. 302 mil dólares por segundo. De ese tamaño es la ciber criminalidad. Si se tratara de un país, la ciberdelincuencia sería la tercera economía más grande del mundo, después de Estados Unidos y China.
Según Cybersecurity Ventures los costos del ciberdelito incluyen daño y destrucción de datos, robo de dinero, pérdida de productividad, robo de propiedad intelectual, robo de datos personales y financieros, malversación de fondos, fraude, interrupción del curso normal de los negocios después del ataque, investigación forense, restauración y eliminación de datos y sistemas pirateados, daño a la reputación, costos legales y, potencialmente, multas regulatorias.
El arriba firmante trae este rosario de cifras y datos a colación no por que estemos en la temporada de la glosa del segundo informe de gobierno en el estado de México, sino a manera de breviario cultural ante la andanada de herramientas de la llamada ingeniería social, a través de las cuales los ciber delincuentes captan a sus víctimas.
Se aprovechan de factores como la falta de atención, la curiosidad o el deseo de obtener algo, a cambio de tus datos personales y financieros. Usan correos electrónicos, suplantación de identidad y estafas en redes sociales. El Sol deToluca señaló ayer que en lo que va del año 79 personas han denunciado intentos de engaño con falsas ofertas laborales y la cifra parece muy pequeña, porque normalmente hay una “cifra negra” muy elevada detrás de todo tipo de delitos mucho más en estos que pueden resultar vergonzosos.
Y es que como muchos otros usuarios de las redes sociales y los sistemas de mensajería instantánea, el arriba firmante ha recibido desde hace varias semanas llamadas y llamadas, mensajes de texto o de voz; ha sido agregado a grupos en los que ofrecen trabajos de ensueño, otros en los que supuestamente te pagan por “dar likes”, y tiene registro de llamadas de números de Nigeria, Indonesia, Colombia o Burkina Faso en los que aseguran que vieron tu currículum y eres la persona indicada para un empleo de muy padre y señor mío. Y están los mensajes en los que una persona completamente desconocida quiere trabar amistad, así nomás por inspiración del Espíritu Santo.
Desde luego, todos reciben mental, física o virtualmente sus respectivos y sonoros recordatorios a la más vieja de su casa. Y quería dejar constancia de eso, porque no hay forma de que se den por enterados. Además de llamar la atención de mis cuatro lectores para que eviten creer que una beldad asiática quiere trabar amistad o que alguien encontró su currículum en el espacio sideral y le pagará miles de dólares por no hacer nada o que una persona desahuciada en Costa de Marfil quiere donarles su fortuna de millones o que pagan 50 varos por cada like. Y si deciden creer, allá ustedes y su ciberdelincuente de confianza.