Este jueves tiene lugar el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. En el mundo hay 218 millones de niños de entre 5 y 17 años que se encuentran ocupados en la producción económica, según la Organización Internacional del Trabajo. En México los vemos en el sector agrícola, comercio, servicios, la industria, la construcción y quehaceres domésticos y lo hacen con sobrecarga física y horaria. Los adultos ponen a trabajar a los niños principalmente por causas económicas vinculadas a la pobreza y la falta de oportunidades laborales, además de que la mano de obra infantil es demandada debido a que es más barata y flexible.
Sin embargo, según la UNICEF, ningún menor debería trabajar y en consecuencia, es obligación para los adultos enviarlos a la escuela y que su educación sea de calidad. Por otro lado, se promueve un cambio en las normas sociales y actitudes que legitiman o toleran el trabajo infantil mediante campañas de sensibilización dirigidas a familias, empleadores, docentes y comunidades.
Los niños no deben trabajar porque el trabajo infantil constituye una violación a sus derechos fundamentales y entorpece su desarrollo. Realizar actividades laborales a edades tempranas puede causarles daños físicos y psicológicos.
Entendamos que el trabajo infantil perpetúa el ciclo de pobreza, pues al no estudiar o hacerlo mal, los niños tendrán empleos mal remunerados y poco calificados en su vida adulta, lo que reproduce la pobreza generacionalmente.