El colmo de la desvergüenza. Ahora resulta que con tal de estacionarnos donde se nos venga la gana, incluyendo frente al anuncio que lo prohibe, hay automovilistas que disque se ponen a leer.
Y claro, como están tan concentrados en su lectura no perciben lo que ocurre afuera, como ruidos del claxon y llamados de atención de otros automovilistas, con todo y que tienen el vidrio abajo.
Ojalá que de verdad en este país y estado fuéramos lectores asiduos, que no podemos dejar de leer ni mientras esperamos a otros, pero la verdad es que es un autoengaño más como ciudadanos por nuestra falta de control y ausencia de autoridad.
Ya basta de negligencia y desdén hacia las reglas de tránsito. De ignorar el espacio y tiempo de los demás. Perder la vergüenza es perderlo todo.