Muchas veces me pregunto en qué punto se perdió la sociedad mexicana para vivir como vivimos ahora, con ansiedad, violencia, depresión, angustia, malevolencia, egoísmo, delincuencia y docenas de fenómenos nocivos.
Desde luego que no tengo respuesta. Si supiera dónde nos perdimos y que tenemos que hacer, juro que lo habría hecho público. Pero no como los asesores que ofrecen espejitos y papelitos multicolores, y que no han resuelto nada.
Me lo pregunté de nuevo ayer porque a mitad del tercer informe del magistrado Sergio Medina, presidente del Poder Judicial del estado de México, llegó la noticia de que una mujer había hecho víctima a su hijo de ocho meses de un supuesto ritual. Y para no hacerles el cuento largo —porque sé que mis cuatro lectores son personas muy ocupadas—, lo mató.
En pleno Siglo XXI hay quien cree en fuerzas oscuras y mutila y asesina a inocentes, en prácticas que se antojan de la Edad Media. Ignorancia y credulidad. Falta de educación. Un comentario en un sitio web que publicó la noticia decía: “esto pasa por no terminar la primaria”.
No conozco a un “hechicero”, “brujo” o “bruja” o como ustedes quieran llamarle que mediante un ritual se haya vuelto rico y poderoso. Conozco, sí, a personas que han amasado una fortuna porque engañan y se aprovechan la credulidad del mexicano que sigue creyendo en historias de demonios, hechizos o encantamientos.
Conozco también a personas que trabajan cotidianamente para transformar, para bien, este país desde su espacio de responsabilidad, como el magistrado Medina Peñaloza. Me consta que su esfuerzo da resultados. Pero hacen falta más como él. Y más educación, más acceso al conocimiento, la ciencia y la cultura.