El reestrenado presidente de Estados Unidos Donald Trump ha adoptado una postura firme contra la inmigración ilegal en Estados Unidos. Al asumir su segundo mandato, anunció la deportación de “millones” de inmigrantes indocumentados y la reactivación del programa “Quédate en México”. Su idea incluye eliminar el acceso al asilo y terminar con la ciudadanía por nacimiento.
En esto se está dejando de lado los derechos humanos de los migrantes y se fomenta la discriminación, la xenofobia y la criminalización. Pero Donald Trump mantiene su retórica y políticas de intolerancia y por lo mismo, hay que esperar un retroceso en los derechos humanos en esta su segunda administración. Se ha encargado de intensificar la percepción negativa hacia los inmigrantes y ha llevado a una polarización en la sociedad estadounidense donde muchos ven a los allegados de otros países como una amenaza. Trump tiene de hecho un legado migrante familiar pero no lo asume y menos le importa, no obstante un aumento de crímenes de odio, con tal mantener el apoyo de sus seguidores y base electoral.
Hagámonos a la idea de que, en lo venidero, habrá nuevas expresiones que denigran a inmigrantes, actitudes de exclusión, generalizaciones negativas y hasta el respaldo o minimización de actos violentos contra personas extranjeras en la Unión Americana. No soñemos con que atenderá a las circunstancias individuales de los migrantes.