Hace dos días que dejó de existir le magistrade Ociel Baena y hoy se conmemora el Día Internacional de la Tolerancia. Es decir, la fecha para reconocer los derechos universales y la libertades individuales de los otros. Le ministre dejó un legado sin precedentes en el ámbito jurídico y electoral para la comunidad LGBT+ en toda América Latina pero esto no supera a quienes le siguen escribiendo en internet y redes sociales su desaprobación al decirse no binario y por apoyar, defender, orientar, comportarse y vestirse de acuerdo a sus convicciones.
Se es incapaz incluso de llamarle como él quería, con lenguaje inclusivo, con todo y que la Real Academia Española descarte este último. La tolerancia es, por definición, la calidad esencial mínima de las relaciones sociales que permiten desechar la violencia y la represión moral y física.
Es una virtud que todos deberíamos de practicar y usarla para combatir los discursos de discriminación, segregación y odio. Ociel Baena quería que la población LGBT+ estuviera en todos los espacios, públicos y privados, empoderada y con cargos; lo estaba logrando, no obstante la aversión irracional. Su herencia es para dejar de insultar, provocar o acusar a quienes nos parecen diferentes, para que hagamos un esfuerzo por aceptar.