Este martes 6 de octubre se hizo público que el próximo año vendrá a México el papa Francisco. Esta noticia pone de buenas o muy de buenas a los creyentes de la iglesia Católica (pues se trata de su líder espiritual por antonomasia), y a todos aquellos que simpatizan con las posturas liberales del pontífice de origen argentino y jesuita.
Pero no faltarán, como en ocasiones anteriores, las críticas por gastos de transportación y estancia del Papa y de remodelaciones en los espacios públicos a los que acuda; polémica por colectas y donaciones, y desde luego, cuestionamientos de tipo político y social.
Sin embargo, México es lugar consentido para los papas por ser tierra fértil de feligreses -9 de cada 10 mexicanos- y la hospitalidad de su gente-. De hecho, en la reciente estancia del Papa en Estados Unidos fue notoria la presencia de cientos de seguidores mexicanos, aunque los medios de comunicación no lo consignaron en sus reportes.
En este escenario, la venida del pontífice número 266 de la historia se anticipa exitosa y desde ya pone a a trabajar de cardenales, obispos, vicarios, sacerdotes y diáconos en la organización. Y a los sectores hotelero, gastronómico y de transporte en alerta de servicio.
Viene el Papa a México. Es excepcional.
