Niños mexicanos, deben de soportar pesadas jornadas laborales

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Desafortunadamente ya no es raro ver en las calles de México, o en algún comercio, a niños y niñas trabajando, pero el precio que se debe pagar por esto es la salud y la educación de los menores, muchas veces hasta de cinco años,  pues las prolongadas jornadas pueden deformar los huesos y en el caso del trabajo en la maquila, la concentración visual puede dañar su vista, señala la investigadora Mercedes Gema López Limón, en su texto Trabajo Infantil en México, publicado en la página del Observatorio Ciudadano de Políticas de la Niñez , Adolescencia y Familias.
El principal problema que enfrentan estos pequeños es la explotación por parte de sus padres o tutores, quienes los obligan a trabajar; claro que no se deben descartar los casos en los que hay bandas bien organizadas dedicadas al robo de menores para luego explotarlos.
La investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales, de la Universidad Autónoma de Baja California, refiere que en México el proceso de globalización, acentuado a partir de la década de los noventa fomenta el trabajo infantil en las zonas rurales y urbanas del país, trayendo como consecuencias el deterioro de la salud de la niñez y la deserción escolar.

Según el censo del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI) 2004, en 2002 en el país existían 3 millones 300 mil menores de edad trabajando, “casi igual por género”, de los cuales las dos terceras partes tenían entre 12 y 14 años de edad y el resto entre 6 y 11.

En el país existen dos categorías de niñas y niños trabajadores: los menores de 14 años y los de entre 14 y 16, cuyas labores económicas están permitidas por la ley siempre y cuando hayan cursado la educación obligatoria y trabajen jornadas máximas de seis horas que no sean en horarios nocturnos.

La especialista en trabajo infantil advierte que existe un subregistro en estas cifras, pues la mayoría de las niñas y niños trabajadores no se reconocen como tales.

Algunos niños trabajan por necesidad y no abandonan sus estudios, sin embargo la mayor parte de la niñez trabajadora en el país no asiste a la escuela, esta situación se agudiza cuando se habla de la población indígena. Según el INEGI 2005, en el 2000 había 959 mil 640 de niñas y niños de 6 a 11 años no estudiaba la primaria y un millón 469 mil 441 de adolescentes de entre 13 y 15 años no asistía a la secundaria. La investigadora concluye que “lo más seguro es que estas niñas y niños están trabajando”.

“En las comunidades tradicionales, el ingreso paulatino de la niñez en algunas actividades comunitarias o en labores comunitarias livianas de autoconsumo ha sido parte de su integración cultural a la vida adulta. Actualmente son las compañías transnacionales exportadoras las que obligan a la inserción de menores al mercado laboral”, asegura la investigadora en su análisis.

Con el proceso de la globalización el trabajo infantil en las zonas rurales se encuentra ligado al libre comercio y las políticas gubernamentales hacia el campo, donde en los últimos años a favorecido la agricultura comercial de exportación, el cual es considerado el más dinámico de la economía agrícola, menciona.

En tanto, el trabajo como jornaleros es muy mal pagado y la  fuerza de trabajo de la niñez es complementaria a la adulta. Las y los niños jornaleros locales y migrantes suman anualmente más de un millón contratados en estados como Sinaloa, Baja California, Nayarit, Oaxaca, Veracruz, Guerrero y Morelos.

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