No hay nada como los festejos de los santos patronos de los pueblos: la música a base de tambora, mariachi o estudiantina, los adornos de papel o plástico alrededor, en el camellón de enfrente de las iglesias y dentro de estas. Las celebraciones y concelebraciones eucarísticas para reconocer su legado, previo novenario, con el olor penentrante de flores, incienso y velas.
Hoy es el turno de San Nicolás de Tolentino de origen italiano y primer santo de la Orden de San Agustín. A quien en su honor, como sucede con otros patronos, abundan en los pueblos hombres y mujeres registrados con su nombre. A los santos se les rinde igualmente tributo acudiendo por favores y milagros de salud, trabajo, amor, tolerancia, comprensión y perdón.
Y qué no decir la verbena o kermesse que acompaña a la fiesta con la comida a base de carnitas, tacos, elotes, pan, helados y bebidas preparadas con y sin alcohol; los juegos mecánicos, el futbolito, los disparos a las piezas de metal, las canicas, pescar figuras de plástico, los juegos de puntería. Y claro, que no falte el estreno: vestir ropa nueva de pies a cabeza y peinarse para la ocasión.
Este es parte del México al que conmemoramos cívicamente en septiembre y que alude a la independencia de los españoles, esos mismos que nos trajeron y heredaron las fiestas católicas que tanta identidad hoy nos dan.
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