Se va el 2020, uno de los peores años de la historia de la humanidad, sin duda alguna, por los efectos de la pandemia del COVID-19. Miles de millones de habitantes del planeta estuvimos recluidos durante meses para no contagiarnos del nuevo virus y otros 1.8 millones, según cifras oficiales perdieron la vida producto de la enfermedad, hasta el momento.
Se decidió no solo confinar a la gente sino lo que esto representa: suspender las actividades escolares, de la industria, comercio, servicios y turismo. Dejamos de acudir a las calles, los parques, las plazas, los museos, los centros comerciales y otros lugares de entretenimiento y esparcimiento. Se nos limitó a llevar a cabo la mayoría de las actividades en y desde nuestro hogar. Dejamos a un lado fiestas, conciertos, encuentros masivos. No viajamos; no vimos a los familiares de siempre.
Todo lo anterior se acompañó de cierres de establecimientos, desempleo, pérdida del poder adquisitivo, frustración y depresión.
Se lee en redes sociales el gusto porque acabe el 2020 y esto es cuestión de horas, no de lo que trajo consigo. Pero la ilusión cuenta.
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