Alquimia electoral

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Las campañas políticas rumbo a la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión  llevan cosa de un mes, aunque pocos se hayan dado cuenta de su existencia. Por estos día comienzan las campañas de los candidatos a un cargo en los ayuntamientos y también a diputados locales.

Y es en estos días que sucede un fenómeno propio de la alquimia.

No, no de la alquimia electoral que tanta fama tuvo mientras del Partido Revolucionario Institucional se mantuvo ininterrumpidamente en el poder. 

Ya sabes, los celebres, truculentos y misteriosos alquimistas electorales que hacen cálculos,  experimentan formulas, movilizan, manipulan y compran electores. Esos que definen cuántos votos necesita el candidato fulano de tal o la candidata perengana de tal para ganar su respectiva elección, que entienden al dedillo el comportamiento del ciudadano, que dominan las combinaciones de acciones políticas —o gubernamentales— para obtener un resultado en particular y que suelen ser verdaderos eruditos en comportamientos electorales que les permiten descifrar una campaña o una jornada electoral. Los que saben de qué tamaño es una multitud para representar un punto porcentual en una elección.

Los que presumen que son unas chuchas cuereras en el diseño de una estrategia para ganar una elección.

No, no me refiero a esa alquimia electoral, hoy tan desprestigiada.

Me refiero a las ciencias ocultas que se entretejen para que un candidato o candidata —seré políticamente correcto— olvide todo su pasado para aparecer como una nueva opción para el electorado, a pesar de que están en el candelero político desde la era antediluviana. Se requiere un enorme trabajo de hechicería para que el ciudadano común y corriente no solamente olvide cuántos cargos y cuántas veces ha participado en una elección la candidata o el candidato.

También se da el caso de que algunos políticos, que ya estaban en la reserva nacional de talentos, regando polilla, reviven como por arte de magia. Y convertidos en candidatos —varones o mujeres— sufren una transmutación ipso facto que los vuelve seres con todas las cualidades habidas y por haber. Esas que nadie les reconocía aparecen como por encantamiento. Lo que son verdaderos hígados insoportables se vuelven hasta chistosos y agradables.

Se ha dado el caso de algún candidato o candidata en la condición que el diccionario describe como “dado al catre”, que en esta misteriosa metamorfosis se vuelve guapo, inteligente, sabio y atinado, especialmente ante sus colaboradores. Esas ideas y propuestas que cualquiera en sus cinco sentidos reprobaría, se transforman en eslogan de campaña y quedan bordadas —para la posteridad— en el aire… y en los proverbiales chalecos, infaltables en cualquier campaña política que se precie de serlo. Aflora esa esencia imposible de ver a primera vista, oculta en quién sabe qué recóndito rincón. Y que desaparece igual que como llegó… especialmente si la campaña termina en derrota.

Hagan de cuenta que como si se tratara de la Cenicienta. Nomás que sólo un candidato o candidata consigue el final feliz. El resto pierde el encanto así como llegó. La alquimia y la nigromancia duran lo que una campaña.

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