Campañas de altura

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Las campañas políticas son chulas de bonitas. Me hacen sentir un orgullo que ¡qué barbaridad! Políticos de altura, propuestas de hombres y mujeres de Estado que ven claramente el futuro, sus problemas y sus soluciones. Debates de grandes dimensiones, donde se puede observar la preparación, el aplomo, la capacidad y el talento de los hombres y mujeres que buscan los cargos de elección popular. Políticos con un lenguaje de altura, con un enorme nivel intelectual. Seriedad. Sensatez. Dignidad.

¡Qué bonitas son las campañas políticas en Alemania!

Porque lo que es en México, estamos del nabo.

No sólo no vemos a los candidatos —gracias a los cambios que ellos mismos hicieron a la legislación electoral—, como dije la semana pasada, sino que lo poco que vemos es para enterarnos de su miseria moral e intelectual.

Que si el candidato Fulano de Tal en vez de decir qué quiere para el estado o municipio que pretende gobernar, mejor se dedica a cantar canciones de Selena o Los Acosta. Porque lo suyo en el escenario es la cantada, no es discurso ni la propuesta. Hilar dos ideas le resulta humanamente imposible.

Que si a la candidata Perenganita la apadrina un grupo de muy malos bigotes, cuyo estratega de campaña es propenso a la maniobra del mandarriazo para quitarse del camino cualquier clase de oposición. O la propia Perenganita tiene la cualidad de dar de manotazos en la mesa, porque cuando le hacen falta argumentos, prefiere pasar de las palabras a los hechos… o a las palabras pesadas, pícaras y léperas que proscribe por completo el Manual de Carreño. Tan apreciado por los políticos de la actualidad.

Que si al candidato Zutanito le andan “apedreando el rancho” y entonces decide tirarse al piso, ponerse en calidad de víctima, a ver si consigue la compasión popular y de pura lástima consigue unos votos que revivan su campaña.

Sin olvidar, por supuesto, que candidatos de todos los partidos políticos, de todas las regiones del estado de México, de todos los géneros —ahora existe el no binario— han intercambiado acusaciones a diestra y siniestra. Cosas de altura como que la abuelita lava ajeno. Pura política de alto nivel. Hasta parece que todos tienen a los mismos asesores. O que los asesores tienen las mismas recetas.

Extraño aquellas épocas cuando los candidatos a puestos de elección popular eran tan profesionales que sabían que la vida política es circo, maroma y teatro. Aunque no actuaban en calidad de bufones. A pesar del espectáculo que suele ser la cosa pública, había un concepto de honor, honra y honorabilidad que impedía que se vieran arrastrados en verdaderos melodramas. Digamos que a pesar de todos los pesares había decencia y decoro —aunque eso no le quitara a algunos su condición de cacos consumados—.

El circo, maroma y teatro de hoy haría ruborizar a cualquier cómico de la legua. Se puede ser puerco, pero no trompudo. Tantita vergüenza.

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