Los mexicanos de a pie nos quejamos de la condición económica nacional o por lo menos de que no nos alcanza la lana. También del bajo poder adquisitivo de los salarios y los pingües aumentos.
Pero al ver la cantidad de personas que estuvieron el fin de semana en los centros comerciales, plazas y tiendas departamentales, por aquello de El Buen Fin, lo menos que uno puede preguntarse es de dónde sale la lana para comprar y comprar. Y también de dónde sale la confianza para endeudarse a 3, 6, 12, 18, 24, 36, 48 y hasta 60 meses —cinco largos años— para comprar una televisión, el refrigerador, la computadora, la tableta, el teléfono celular o cualquier otro artículo electrónico.
Impresiona ver los ríos de gente recorriendo los pasillos de los centros comerciales. Y más si uno piensa que la mayoría de los mexicanos se encuentra en alguna condición de pobreza, según las clasificaciones gubernamentales.
¿De dónde viene la fuerza que los impulsa a comprar la pantalla de 70 pulgadas?
Cuando además las ofertas no lo son, sólo lo parecen. Probablemente sea lc inconsciencia que viene grabada en el inconsciente del mexicano de a pie. O las remesas que mandaron los parientes de Estados Unidos.
Como sea, me parece que los resultados de El Buen Fin pueden dar la sorpresa de rebasar el 5 por ciento de aumento en ventas.