Con la extradición a Estados Unidos de otros 26 capos mexicanos de la droga se abre el debate de si el mejor castigo para estos sujetos es la cadena perpetua pues el país vecino del Norte se comprometió a no imponerles la pena de muerte.
Así, los detenidos quedarían privados de la libertad de por vida; en condiciones carcelarias duras como aislamiento y ausencia de programas de rehabilitación, una forma de tortura lenta como considera la organización Amnistía Internacional.
En prisiones con regímenes más severos, el aislamiento es particularmente extremo, y las actividades diarias se reducen a lo mínimo. De ahí que se adviertan trastornos siquiátricos como ansiedad, depresión mayor, esquizofrenia, comportamientos autolesivos y suicidas.
Paralelamente, las administraciones penitenciarias presentan dificultades económicas para proveer atención sanitaria adecuada, lo cual puede limitar el acceso a tratamientos necesarios y acelerar la mortalidad dentro de las prisiones. Los presos terminan muriendo la mayoría de los casos por causas naturales o enfermedades.
Si bien en Estados Unidos como en otros países, la cadena perpetua tiene modalidades con o sin posibilidad de libertad condicional, algunos estados permiten revisión tras un número mínimo de años (por ejemplo, 15, 20 o 25 años), lo que puede abrir la puerta a liberación bajo ciertas condiciones, pero en otros no existe esta posibilidad y la pena es de por vida sin salida.
La cadena perpetua es la condena para delitos graves como asesinato en primer grado, traición, ciertos delitos de narcotráfico y delitos con armas de fuego. Es una pena frecuente en Estados Unidos que apuesta por la exclusión permanente.