Si no todo lo contrario

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Declaro solemnemente que soy un descreído de las marchas. Y de las peregrinaciones.

En lo único en que sí creo es en el trabajo. Por sus obras los conocereis, dicen que dicen.

La fe que podemos poner en la unidad del pueblo mexicano, si no se traduce en acciones, está vacía.

No obstante, expreso todo mi respeto a quienes creen que las marchas tienen alguna utilidad. No soy nadie para contradecirlos, porque efectivamente hay marchas, manifestaciones y protestas que consiguen resultados. Es sólo que a mí no me convencen: ni las de la derecha, ni las de la izquierda, ni las orgánicas, ni las alternativas, ni las que son en pro del sistema ni las que están en contra. Comparto las motivaciones de algunas manifestaciones, entiendo que muchas son acciones desesperadas ante la desatención a un problema, conozco las razones de algunas élites para organizarlas, pero ni me simpatizan ni me molestan, sino todo lo contrario.

Es contradictorio, pero así es como pienso. Y nadie me impone qué pensar ni qué decir. Sé perfectamente que cada cabeza es un mundo, que la uniformidad es perniciosa y que en la diversidad es posible crecer y desarrollarnos como país.

Fanatismos y totalitarismos sí que son perniciosos. Eso de que estás conmigo o contra mí, han dejado resultados negativos… en cualquier parte. Esta sociedad tiene muchos matices, tantos que es ilusorio pensar que todos nos debemos alinear en algún sentido.

¿Marchar es hacer algo por México? Sí. ¿Dedicarse a trabajar en vez de marchar es hacer algo por México? También.

¿Cuál es más útil? No lo sé. Eso se lo dejo a quienes sienten que tienen la capacidad moral de entablar un juicio sobre nuestra actualidad. Lo único que no funciona es la apatía.

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