Que se acabe

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No sé ustedes, pero desde el viernes pasado tengo la impresión de que todos nos queremos ir a nuestras respectivas casas a esperar con calma las fiestas navideñas, el fin de año y el inicio del 2016.

Sólo de ver las multitudes congregadas en los centros comerciales —a juzgar por los estacionamientos, en cualquiera que les ocurra a mis estimados cuatro lectores—, es posible afirmar que un montón de gente le dedicó el fin de semana a la compra de sus regalos navideños.

Después del festejo guadalupano —del que tanta gente se queja, hasta cierto punto con un grado de intolerancia—, en unos días estaremos ya celebrando las posadas, varios millones se irán de vacaciones, unos cuantos nos quedaremos a trabajar, arribaremos a la Nochebuena y la Navidad… y el asunto es que ya hay mucha gente que está con la mirada puesta en las vacaciones, de modo que lo que quiere es que ya se acabe el año.

Y debería haber por ahí una medida ejecutiva, o algo así, para que el año se acabara más temprano. Como los días que tenía cada final de un siglo azteca, días en los que, según los historiadores, nadie hacía nada.

Además, en el caso de Toluca tuvimos un clima gélido —propio de la temporada— que hace que se añore el ponche, las reuniones familiares y hasta las bebidas espirituosas.

Espero ser portavoz de muchos cuando diga: ¡ya que se acabe el año!

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