Miles de millones de polillas bogong cruzan cada año los cielos del hemisferio sur en una migración que todavía sorprende a la ciencia. Un estudio reciente, descubrió que estos insectos se orientan con la ayuda de las estrellas, convirtiéndose en el primer caso documentado de navegación astronómica en insectos.

Este descubrimiento no solo amplía lo que se sabe sobre la migración animal, sino que también plantea nuevas preguntas sobre cómo funciona el sistema nervioso en organismos muy pequeños.
Cada primavera, las polillas bogong (Agrotis infusa) salen de sus capullos en el sureste de Australia y algunas zonas de Nueva Zelanda. Desde allí, recorren cientos de kilómetros hasta llegar a cuevas en las montañas de los Alpes australianos, un destino que nunca antes habían visitado.
De acuerdo con el informe de Nature, esta travesía la realizan miles de millones de polillas con gran precisión, año tras año. Cuando llega el otoño, emprenden el regreso a sus lugares de origen, donde se reproducen y mueren. Así completan un ciclo migratorio anual que lleva décadas despertando el interés de los científicos.
La distancia y exactitud con la que estas polillas encuentran su destino llevaron a los investigadores a preguntarse cómo logran orientarse en la oscuridad de la noche. Eric Warrant, entomólogo de la Universidad de Lund (Suecia) y uno de los autores del estudio, lo resumió con una pregunta: “¿Cómo demonios saben cómo llegar hasta allí?”, declaró a Nature.
Para comprender este misterio, el equipo internacional liderado por Warrant diseñó un experimento novedoso. Capturaron polillas silvestres y las colocaron en un simulador de vuelo: una caja transparente donde podían volar en el mismo lugar, mientras se registraban sus movimientos.
Dentro del simulador, los científicos proyectaron una imagen del cielo estrellado del hemisferio sur, como si las polillas estuvieran volando al aire libre. También manipularon el campo magnético, una fuerza natural que rodea la Tierra y que muchos animales usan para saber en qué dirección moverse.
El objetivo era saber si las polillas podían guiarse sin esa señal magnética. Además, los investigadores analizaron el cerebro de los insectos para ver si tenían una especie de “mapa interno” del cielo nocturno.
La primera vez que observaron a las polillas volar en la dirección correcta bajo el cielo artificial, sin ninguna otra pista, quedaron sorprendidos. “Tuvimos que agarrarnos al borde de la mesa”, contó Warrant.
El experimento confirmó que las polillas bogong usan dos sistemas de navegación: las estrellas y el campo magnético de la Tierra. Cuando no tenían acceso a ninguno de los dos, no sabían hacia dónde volar. Pero si podían ver las estrellas, o si solo contaban con el campo magnético, lograban mantener el rumbo correcto.
Esta combinación les permite orientarse incluso en condiciones difíciles, como noches nubladas o durante tormentas que alteran el campo magnético. Según los expertos citados por Nature, esta flexibilidad es clave para el éxito de su migración.
El equipo también descubrió neuronas especiales en el cerebro de las polillas, sensibles a detalles del cielo nocturno como la forma de la Vía Láctea. Andrea Adden, neurocientífica del Instituto Francis Crick (Londres) y coautora del estudio, explicó: “Lo emocionante para mí no fue solo que respondieran, sino que se trata de neuronas que no habíamos visto antes”.
El hallazgo generó admiración entre especialistas en neurociencia y biología. Basil el Jundi, biólogo de navegación de la Universidad de Oldenburg (Alemania), lo expresó así: “Un insecto con un cerebro incluso más pequeño que un grano de arroz sea capaz de hacer esto”.
Warrant también destacó el poder de los cerebros diminutos: “Incluso un sistema nervioso muy pequeño es capaz de cosas asombrosas”, dijo en el artículo de Nature.
Este descubrimiento abre nuevas líneas de investigación. Hasta ahora, se creía que solo los seres humanos, algunas aves y tal vez focas usaban las estrellas para orientarse. El hecho de que lo haga un insecto sugiere que distintas especies, incluso muy distintas entre sí, podrían haber desarrollado estrategias similares para migrar.
Adden señaló que uno de los próximos pasos será estudiar cómo las polillas combinan las señales del cielo y del campo magnético para mantener el rumbo, incluso cuando las condiciones cambian.
Nature también indicó que estos hallazgos podrían inspirar nuevas tecnologías de navegación, basadas en cómo funciona la naturaleza. El estudio demuestra que incluso cerebros minúsculos pueden procesar información compleja de forma muy eficiente.